En dos días tendremos las elecciones más grandes en la historia de México, y llegaremos a ellas en circunstancias complejas. Venimos del primer sexenio de una opción política que se considera un movimiento de transformación, y que basada en ella, ha alimentado un clima de polarización entre la sociedad, dando como resultado un país dividido en dos bandos claramente identificables, cada uno de los cuales se considera la única opción viable para que México tenga un futuro, al menos, mejor a su presente. Cada uno ha demostrado ser incapaz de entender al otro: sus motivaciones, su forma de pensar y de ver al país y a la sociedad, su forma de hacer política y, sobre todo, las cosas que le preocupan y las que lo hacen sentirse identificado con una u otra opción.
La gran mayoría de los votantes llegaremos a la casilla con una tendencia (o una gran pasión) por una de estas dos opciones políticas, convencidos no solamente de que será la vencedora en la contienda, sino también de que nuestra elección es literalmente la única moralmente aceptable. Este texto es el producto de mis reflexiones personales en este “periodo de reflexión” previo a las elecciones, y me atrevo a compartirlo por si puede ser útil para alguien que también esté inmerso en esta reflexión cívica.
1. Hay que escapar de la narrativa polarizadora. Como dije antes, llegamos a las elecciones en un clima de gran polarización. Ambas opciones políticas han adoptado una narrativa totalizante, en la que no es posible ni deseable el diálogo con “los otros”, a los que identifica como traidores a la patria, o sencillamente como carentes de inteligencia, pues fuera de estas circunstancias, sería “imposible” que alguien eligiera a la opción contraria. Esto no es verdad en ninguno de los casos. Ni los votantes de una son traidores, ni los de la otra son estúpidos, y viceversa. Quienes apoyan de corazón alguna de las opciones disponibles, tienen razones para ello, muchas de las cuales parten de un deseo genuino de ver un mejor país y una mejor sociedad. En esto creo que coincidimos la gran mayoría de los mexicanos, aunque tristemente se ha convertido en materia de división y no en un piso común que nos una. Quienes creen que su opción política va a ganar porque no conoce a nadie que vaya votar por la otra, está atrapado en una "cámara de eco" y es muy impotante escapar de ella. Si hasta el día de hoy no conoces a una persona cercana o no has tenido oportunidad de conversar a fondo con alguien que apoye a la opción contraria, es momento de hacerlo. Sin pasiones, sin pleitos, sin descalificaciones. Al contrario, escuchando y haciendo un esfuerzo por entender lo “inentendible”. En la medida que podamos comprender mejor qué es lo que mueve a los otros a elegir la opción que toman, seremos capaces de generar, proponer y ofrecer alternativas que puedan ser aceptables y hasta deseables para todos. Esta falta de escucha y comprensión -en mi opinión- es lo que ha impedido que la oposición haya generado un auténtico contrapeso y lo que provoca que su candidata no alcance los números deseados. En el caso del partido en el gobierno, ha provocado que su candidata tampoco los alcance y la brecha en las preferencias electorales tienda a acortarse. Por otro lado, no olvidemos que existe una tercera opción: el único candidato varón, que ha planteado una campaña precisamente escapando de esta narrativa e invitando a otros a escapar de ella, tomando propuestas y tendencias de ambos bandos (no necesariamente las mejores). Él es quien más ha crecido en preferencias electorales, si bien no es probable que esto le permita triunfar en las elecciones. Algo importante es también hacer un esfuerzo por entender la opción que representa y los votantes que la prefieren. Descalificarlos como que “votan por una canción” produce un efecto similar al que mencioné anteriormente y es algo que ha estorbado en la posibilidad de crear un frente opositor u oficialista común.
Pensar que no declinar o que votar por él es un acto irresponsable, o que es tirar el voto a la basura sólo manifiesta esta incomprensión, pues esos argumentos, de uno u otro lado, implican necesariamente “comprar” la narrativa polarizante; es decir, sólo tienen sentido si se acepta antes que la “otra” opción (de las dos principales) es tan peligrosa como inaceptable. Esto es una falacia lógica que se llama petición de principio. Existen muchos mexicanos (alrededor, al menos, del 10% del padrón) que no están de acuerdo ni con una ni con otra, y que no ven al partido en el gobierno ni como lo peor, ni como lo mejor que puede pasarle a México. En medio de la narrativa blanco y negro podemos no estar de acuerdo, pero probablemente quienes piensan así sean los que tienen mejor apreciación de la realidad política actual.
2. Pensar qué queremos para nosotros, para nuestros seres queridos, y para nuestro país. Es cierto que en este gobierno ha habido muchos temas dignos de preocupación: la misma polarización que mencionaba antes, el total fracaso de la estrategia de seguridad, las serias problemáticas en materia de salud, y una muy preocupante tendencia al autoritarismo y a la regresión en materia de los grandes logros democráticos de las décadas de los 90s y 00s. Pero también es cierto que estos problemas no aparecieron de la nada. La gran mayoría pueden rastrearse a gobiernos de los partidos que hoy son oposición, y es necesario no perder de vista esto, ni el enorme descontento que produjeron sus distintos gobiernos en muchísimos mexicanos. Por ejemplo, si bien hoy los partidos de la alianza opositora defienden al INE en contra de una reforma que puede ser muy perjudicial y que pone en riesgo su independencia (y, por tanto, importantes avances en materia de democratización), estos mismos partidos fueron artífices de muchas otras reformas que comenzaron un lento, pero muy peligroso desmantelamiento del concepto original del IFE, una institución genuinamente ciudadana. Desafortunadamente, de entre las opciones actuales, no es posible encontrar una que tenga solamente puntos positivos o solamente negativos. Nos enfrentamos a una toma de decisión en la que necesariamente tendremos que tachar a una candidata o candidato con el que estemos de acuerdo en algunas cosas (idealmente la mayoría), y no de acuerdo en otras. Va a ser necesario ponderar, dentro de lo que es posible, qué cosas consideramos más importantes para nosotros y nuestros seres queridos, y qué cosas tendremos que ceder o tolerar. Esta ponderación es un ejercicio personal y debe hacerse en total libertad. A nadie le es licito presionar o condicionar el voto de otro, ni tampoco juzgarle por la opción política que elija (además es ilegal). En un escenario en el que todos tienen negativos importantes (por ejemplo, para los católicos, para quienes es importante el respeto a la vida desde la concepción hasta su fin natural, será imposible votar por un candidato que defienda la vida desde la concepción, pues todos ellos, a pesar de visitar al Papa y tomarse fotografías con imágenes religiosas, han dicho con claridad que apoyan el llamado “derecho a decidir”).
3. Ningún voto se “tira a la basura”. Esta expresión proviene de la narrativa polarizante que comenté al inicio. El voto es una forma de hacer oír nuestra voz, aunque sea minoritaria. Los votos nulos, por ejemplo, son también una forma de ejercer el derecho-deber de votar y, si bien no benefician a ningún candidato y no tienen un efecto directo en la elección, sí son una forma de hacer notar el descontento por las opciones que presentan los partidos. Mucho menos “tirado a la basura” es un voto por alguna opción distinta a las dos principales. El que un candidato o candidata no tenga oportunidad de ganar las elecciones, no implica que no se deba votar por él o ella; como ya comenté, el voto es una elección personal, y es muy válido optar por una opción política que no ganará esta elección, pero con nuestro voto puede fortalecerse de cara a futuras elecciones. Muy pocos partidos (Morena es una excepción) han logrado éxitos electorales en su primera elección, más bien van construyendo bases de apoyo a lo largo del tiempo hasta que logran ganar. Por lo tanto, si alguien se siente convencido de una opción que hoy es minoritaria, su voto puede ayudar que en los siguientes procesos no lo sea. Hay que votar con libertad, lejos de condicionamientos y miedos a posibles escenarios apocalípticos.
4. Cuidar que nadie tenga el “carro completo”. Ante un escenario en el que ninguna opción es deseable por sí misma, en la que ninguna de las opciones políticas convence por completo, lo más importante es asegurarnos que ninguna de ellas puede hacer lo que quiera sin tener que negociar y consensar con quienes piensan distinto. Este es el mayor riesgo real y actual a la vapuleada democracia mexicana. De esto se trata el llamado “voto cruzado”, elegir una opción para un cargo, por ejemplo, presidente; y elegir otra opción para diputados y senadores. Ahora bien, como estamos en medio de esta polarización electoral, es esperable que muchas personas sí voten por la misma opción para todos los cargos, de tal manera que si queremos lograr un congreso que sirva efectivamente de contrapeso al ejecutivo, podría ser importante también hacerlo así. Para esto podemos ayudarnos de las encuestas que muestran las preferencias electorales referentes tanto a la presidencia como al congreso en sus dos cámaras.
No voy a revelar en este texto cuál de las opciones he elegido para respaldar con mi voto, en parte porque aún no estoy totalmente seguro de mi preferencia electoral para presidente. Tampoco pretendo que este texto sea una guía para todos. Creo que la mejor manera de valorarlo es que, si alguien se siente atraído por estas reflexiones, las valore en conjunto con muchos otros textos, videos, comentarios y demás recursos disponibles, y en un proceso de discernimiento serio y reflexionado, decida su voto para este 2 de junio. Lo único inexcusable es no ir a votar.
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