Se trata de un mito que es lo opuesto del primero que comentamos, pero que es igualmente falso y puede hacer el mismo daño. En el año 2015, el Papa Francisco, buscando hacer más cercana y eficaz la justicia eclesiástica para los fieles, especialmente en cuanto al tema de la nulidad matrimonial, hizo una reforma importante en la materia por medio del Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus (Señor Jesús juez misericordioso). Esto ya lo hemos mencionado antes, pero ahora atenderemos a toda una auténtica mitología que se generó a raíz de dicha reforma.
Empecemos por lo primero: dicha reforma es un bien indiscutible para la Iglesia y para los fieles, pues ha facilitado mucho la tramitación de los juicios de nulidad, sobre todo en casos en que esta nulidad es más clara, y esto ha permitido que muchas personas que han pasado por la dolorosa experiencia de un matrimonio nulo puedan vivir de cara a la verdad y resolver su situación. Esto a pesar de algunas críticas iniciales y del temor de que se perdieran el respeto por la dignidad del matrimonio sacramento, su naturaleza, y su indisolubilidad.
Sin embargo, es bien sabido que los medios de comunicación no suelen tener fuentes religiosas especializadas y normalmente no conocen a profundidad lo que reportan en materia de religión, más en esta época de fake news y la necesidad de generar tráfico en los portales de noticias. Esta tergiversación (a veces involuntaria, a veces malintencionada) ha estado particularmente presente en el pontificado del Papa Francisco y, cuando se hizo esta importante reforma, hubo una explosión de notas y reportajes que hablaban de que el Papa había ampliado las causales de nulidad, que prácticamente había admitido el divorcio para los católicos, y una serie de inventos semejantes.
También, en mi experiencia, me he encontrado con clientes que, referidos por otros que han pasado por juicios en los que se ha declarado la nulidad de sus matrimonios, llegan con expectativas de recibir una atención rápida y sencilla que les permita –muchas veces- casarse de nuevo cuanto antes. El desconocimiento y el pensar que la nulidad (como lo comentamos respecto del segundo mito) es una especie de divorcio admitido por la Iglesia, juegan también en la mente de quien piensa que un juicio de nulidad de matrimonio es meramente un trámite que realiza en la ventanilla correspondiente. He conocido incluso casos de personas que se indignan por los tiempos o por una sentencia negativa de la nulidad y que buscan hablar con un obispo o con “el jefe”, como quien manda llamar al gerente de un restaurante para reclamar por un mal servicio.
Como decía al principio, este mito es exactamente el opuesto del primero y, por lo tanto, ambos comparten algunas de las explicaciones sobre su falsedad. Hay que recordar que los juicios de nulidad matrimonial son procesos de búsqueda de la verdad en los que se analiza la existencia o inexistencia de un matrimonio específico. Y, como en todo, habrá aquellos matrimonios cuya existencia o inexistencia es patente y clara, y habrá otros que requerirán de un trabajo de indagación mucho más profundo para encontrar una respuesta.
En realidad, los procesos de nulidad matrimonial nunca son “fáciles”, pues la experiencia de un fracaso matrimonial es dolorosa, y la investigación de los hechos que le dieron lugar en aras de identificar una posible nulidad remueve muchas cosas y toca fibras sensibles. Además, como también ya hemos comentado, es necesario probar ante el tribunal todo lo que se afirma y esto conlleva compartir elementos y hechos sumamente íntimos. Además de esto, inclusive si existen elementos muy evidentes, como puede ser una adicción o una infidelidad pública, todos estos hechos y circunstancias deben ser encuadrados dentro de una de las causales de nulidad que establece el derecho canónico para que pueda darse una declaración de nulidad.
No es que el juicio de nulidad sea excesivamente complejo, pero tampoco es un mero trámite en el que baste que los dos estén de acuerdo para que el tema se resuelva, como ocurre en el divorcio civil. Llevar adelante un proceso de nulidad es un asunto serio que exige integridad y honestidad tanto hacia afuera como con uno mismo. Puede ser una experiencia sanadora y liberadora, de encuentro con Cristo, que es la Verdad, pero eso depende de si lo que se busca es efectivamente la verdad, o solamente un “permiso” para volverse a casar.
Este es el tercer mito de la nulidad matrimonial. En mi experiencia como abogado y como profesor, las creencias falsas acerca de este tema suelen entrar en alguno de estos tres, o, a veces, en más de uno. Estos mitos pueden constituir barreras u obstáculos que impiden que los fieles busquen la ayuda y el acompañamiento que les permita vivir con libertad y autenticidad de cara a Dios y en sintonía con su fe. Como católicos, tenemos la responsabilidad de conocer y dar a conocer el proceso de nulidad matrimonial como una forma de acompañamiento y acogimiento a nuestros hermanos que desean conocer la verdad acerca de un matrimonio que fracasó y que podría nunca haber sido realmente un matrimonio. Si tienes alguna duda acerca de los procesos de nulidad matrimonial, ponte en contacto conmigo y con gusto podemos platicar.
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